Día 11 Martes, 7 de Julio de 1998 Sarsamarcuello-Botaya

¡Menudo descubrimiento en Botaya!

Nos levantamos cuando todavía no había salido el sol, y hacía fresquito, por no decir frío, así que nos pusimos la poca ropa de abrigo que llevábamos. Para salir de SarsamarcuelloAnita, Raúl y el Castillo de Marcuello al fondo. tuvimos problemas, pues no está bien indicado, y preguntamos a un lugareño. Y cuando tienes que optar por este recurso te la juegas, pues o te lo explican muy clarito de manera que lo entiendas, o te indican un camino que sólo ellos conocen. Total, que nos perdimos, pues las señales tampoco están muy claras. Así que caminando caminando perdimos el camino entre cultivos y tuvimos que empezar a caminar campo a través por una zona de arbustos espinosos que nos llegaban muy por encima de la cintura, con lo que no lo pasamos excesivamente bien. Nos costó más de una hora llegar al Castillo de Marcuello, al que tendríamos que haber llegado media hora antes, con el consiguiente mal cuerpo que se te pone cuando tienes que enfrentarse a ese mogollón impresionante de arbustos. Pero lo conseguimos, unas veces Raúl tiraba de nosotros, otras veces al reves, y es que no hay nada mejor que un trabajo en equipo.

Los Mallos de Riglos desde el Camino de SantiagoLlegamos al Castillo y de allí comenzamos el descenso, en el que pudimos disfrutar de la vista de los Mallos de Riglos, desde una perspectiva diferente a la que estábamos acostumbrados. Ahora ya tocaba un descenso larguísimo hasta Estación de la Peña, donde nos habían asegurado que no había nada. Primera sorpresa: había un bar donde incluso daban caza para comer. Evidentemente nos apretamos unos huevos con bacon y con un poco de vino, además de un helado, que nos alegró el resto del día.

Hacía mucho viento, y aún nos quedaba un buen tramo por recorrer hasta el Monasterio de San Juan de la Peña, que era nuestro objetivo. Así que continuamos por la carretera, de la que sale un camino que se enfila por la sierra siguiendo el curso de un río (no sé cuál es) y subiendo subiendo nos lleva al pueblo de Ena, Un posible refugio en la subida a la sierra antes de llegar a Enaun precioso pueblo de montaña, donde las casas tienen unas curiosas chimeneas. Allí hay un bar, pero que sólo abren los domingos, así que nos conformamos con beber agua de una fuente que hay cerca del pueblo.

En el camino que llega a Botaya, falta alguna que otro flecha, sobre todo en los cruces de caminos, y esta circunstancia nos hizo seguir recto en un punto en que hubiera tenido que haber una flecha, e hicimos unos buenos dos o tres kilómetros de ida y otros tantos de vuelta de más. Así que esto nos hizo que nos tuviéramos que quedar en Botaya. Cuando estábamos en la puerta de la iglesia preparándonos para estirar allí los sacos, me fijé en un cartel que había en la puerta de una casa: "Si vienes del huerto límpiate antes de entrar". Tuve la idea de que eso no era normal en una casa de pueblo, pensé que era una casa de colonias para niños, esto quería decir que seguro que nos podrían dejar un hueco para dormir. Se lo comenté a Raúl y Anita, y como no había nada que perder, pusimos en marcha el plan: Anita se arreglaba, es decir, camiseta limpia, y entraba a preguntar sin mochila ni nada. ¡Sí! Habíamos supuesto bien y no sólo nos dejaban dormir, sino que nos daban de cenar, pues es un albergue de montaña. ¡Qué buena estaba la cena! Y que bién nos sentó la ducha y sobre todo el dormir en un colchón como Dios manda.

Hay que sonreir a la vida para que ésta te sonría a ti.

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