Día 13 Jueves, 9 de Julio de 1998 Puente la Reina de Jaca-Ruesta

Ruesta, el pueblo abandonado

Mirada atrás antes de amanecer en Puente la Reina. El río es el Aragón.

Nos despertamos pronto, y a eso de las seis y media ya estábamos en marcha. Gaspar, el peregrino al que habíamos conocido el día anterior ya había salido, y sabía que íbamos a llegar a Ruesta, donde él tenía intención de parar. Atravesamos de nuevo el puente y echamos una mirada atrás. Ya habíamos hecho una buena parte del Camino, la parte más solitaria y la que la gente apenas conoce. Ahora íbamos por otra parte que nos iba a conducir hasta el Camino Francés, y en la que encontraríamos mucha gente. Anita y yo coincidimos en que el verdadero Camino, el de la paz la tranquilidad y las "pruebas" acababa aquí, ahora empezaban unas "colonias" muy bien organizadas. Pero son parte del Camino, parte de la Vida, así que hay que recorrer este tramo también.Anita con el Señor Francisco de Mianos

Así que caminando caminandito, por un terreno llano, sin accidentes a destacar y muy bien señalizado con flechas, carteles, etc..., fuimos paso a paso recorriendo los kilómetros que nos separaban de Martes. De aquí a Mianos. Al entrar en el pueblo nos paró un señor, que nos dijo:"No tengáis tanta prisa", pues queríamos llegar pronto a Artieda. Nos invitó a pasar a su casa para darnos un poco de agua, chocolate y unas galletas. Al principio nos costó entrar, pues teníamos intención de llegar a buena hora a Ruesta, pero la amabilidad del Señor Francisco pudo con nuestras prisas. Nos quedamos una hora y media charlando con él, nos estuvo explicando historias de peregrinos que habían pasado por allí, y que firmaban en el libro que él tenía. Era su único ruego: quería que le firmásemos. ¡Cómo no! ¡Encantados! Nos hicimos una foto con él para recordarnos y dejarlo en esta página.

José Luis en el albergue de ArtiedaPronto llegamos a Artieda, que tiene un bonito refugio, pero que no debe utilizar mucha gente, ya que son relativamente pocos los que comienzan el Camino en la parte aragonesa, que por cierto es preciosa. Ánimo a los que ya lo hayan hecho por Roncesvalles que cambien de punto de inicio. Y de Artieda, sin tener ya miedo al Sol, nos lanzamos a la conquista de Ruesta. El camino discurre durante un buen tramo por la carretera, y hay un momento en que se interna dentro de un bosque que da una magnífica sombra y en el que el Camino está muy bien marcado y se sigue con facilidad, y es mucho más agradecido que por la carretera, y además te lleva directamente hasta la entrada del pueblo. El único punto malo es que hay algunas piedras que están mal puestas y pueden provocar alguna torcedura, como le pasó a nuestro amigo Gaspar, que se torció el tobillo de mala manera y tuvo que poner fin a su aventura antes de lo esperado.

Ruesta es un pueblo abandonado, en el que para el Xacobeo'93 se recuperó una de las casas para convertirlo en albergue de peregrinos. Ahora es un sindicato el que se encarga de este albergue, en el que los peregrinos tienen preferencia, aunque allí puede ir todo el que lo solicite, es como un refugio de montaña. Y lo mejor fue que cuando llegamos allí, Gaspar, había llegado y había dicho que íbamos detrás de él, con lo que nos tenían la comida puesta en el plato. Eso era llegar y besar el santo. Toda una suerte.

Por la tarde relax, paseito, curarnos las ampollas, la "enfermería" como decían algunos más adelante, pero es que era verdad. Anita tenía un ampolla horrible en el talón, lo que impedía que se pudiera poner las botas, y lo que nos preocupaba de cara a la siguiente etapa.

Aprovechamos para llamar a los nuestros: yo a Alicia y a mi madre, y Anita a su familia. Ricardín me llamó para ver si nos veríamos en León, y para ver cuándo nos íbamos a pasar por allí. El móvil es un invento, y cuando quieres desaparecer sólo tienes que apagarlo. Es genial.

Y después a cenar y a dormir pronto que mañana llegaba pronto, y nosotros estábamos acostumbrados a irnos a dormir a las diez, sino antes.

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